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De frente y por derecho

De frente y por derecho

Por Iluminado Prieto

Para pastores, para abogados, para jueces


El hombre ya ha fallecido; era pastor, el redil lo tenía cerca de nuestra casa. Aquella calurosa mañana de domingo, a punto de acabar la primavera, sus ovejas pastaban en la parte de atrás y él, a la sombra, bajo el árbol, el mentón sobre sus manos, apoyaba la cabeza en su cayado; el jardinero le había dejado las llaves de la puerta del rio. Quizá el hecho de atrapar un corderito con su cayado y enseñárselo a mi hijo, entonces un niñito, me hizo tomarle aprecio. Este hombre había sido analfabeto; otro, de un pueblo cercano, le había enseñado a leer y escribir; y en aquel entonces, en sus soledades cotidianas no sólo leía poesía, también las componía. No aceptó libros, si fotocopias, mi compañía y conversación en las tardes estivales.

El, maduro y pastor; yo, joven y abogado; quizás cierto desequilibrio; le propuse un (descabellado) acuerdo: yo le hablo para pastores si usted me habla para abogados. Sorprendido me pidió explicaciones; la cosa está clara, usted se siente en desventaja cuando hablamos de literatura y otras cosas, pero cuando hablamos de este entorno y de sus ovejas, la desventaja es mía; no distingo entre las distintas hierbas, usted sí; para mi todos son árboles, para usted no; sus animales son ovejas, carneros y corderos, usted los conoce por sus nombres, los diferencia por edades y otras circunstancias; y conoce mejor a los vecinos. Así pues, usted para abogados, yo para pastores. Y no nos fue mal.

Tengo para mí la existencia de un gran problema en los entornos profesionales de la Justicia, se escribe mucho y mal. Y leyendo escrituras notariales, escritos procesales, sentencias, etc., suele surgirme una duda, ¿para quién se escriben?, ¿a quien se dirigen? Quizás existan múltiples respuestas a cada pregunta, quizás. Quizás no las haya. Simplemente se escriben. Leer una escritura notarial suele ser una experiencia irritante, si es de liquidación de gananciales y adjudicación de herencia, y el causante fue titular de un elevado número de bienes, el dolor de cabeza está garantizado. Leer escritos procesales, demandas, querellas, contestaciones, conlleva el mal humor.

O bien carecen de contenido, el récord lo tengo en las trece líneas una demanda laboral recibida pretendiendo 20.000 euros de indemnización, o sin contenido material real, el corta y pega las hacen más aburridas que algunos pasajes del Quijote o la Biblia. Resoluciones de los Juzgados, en muchas ocasiones absolutamente cripticas, Letrados de la Administración de Justicia, Jueces, emulando a Góngora. Y de pronto, llega una demanda al Tribunal Constitucional, de un joven vasco radicado en Cataluña, sencillez y claridad absolutas, sentencia positiva. Y de pronto, en asunto ante el Tribunal Superior de Justicia de Madrid, una letrada de la Administración con una contestación sencilla y clara; y una sentencia positiva sencilla y clara; lo más difícil de conseguir. Y uno lee sentencias del Supremo y del Constitucional, algunos magistrados, pocos, escriben muy bien. Y se agradece. 

"He hecho esta carta más larga de lo usual porque no tengo tiempo para hacer una más corta", dicen que escribió Blaise Pascal; también lo he visto con relación a escritores, si la memoria no falla, Unamuno, Bernard Shaw, entre otros. Para los genios, lo largo en la escritura es un problema de tiempo. Quizás para quienes no somos genios, sea un problema de no saber. De no saber pensar, de falta de preocupación y un algo de soberbia. Notario, juez, abogado, ¿Quién me dice a mí que no se escribir? Pues cualquiera que lea sus escritos.

Escribir no es fácil, juntar palabras sí. Graciela Reyes en su libro 'Como escribir bien en español', (Arco Libros), nos dice: "Un texto es, simplemente, un conjunto de símbolos lingüísticos utilizados por una persona para construir un significado. La finalidad de quien ha construido tal significado es comunicar algo a alguien, en el sentido más amplio de comunicar", que incluye no solo transmitir información fáctica, [...] 'Significados, construir un significado para quien recibirá nuestro escrito'. Comunicar.

Las demandas a peso, no se escriben ni para el abogado contrario ni para el juez; suelen escribirse para el cliente. Puro teatro. Y como en el teatro, todo tramoya. Las resoluciones mal redactadas, las sentencias a peso, no se escriben ni para los abogados ni para los justiciables; sus redactores quizás las escriban con el fin de guardarse las espaldas. El resultado suele ser la interposición de recursos. Si, recursos, y entonces, el mismo redactor, consciente o inconsciente de sus límites e incapacidades, se queja de los abogados, zascandiles con aviesas intenciones económicas. La experiencia dice, escritos claros y sencillos, lo mejor; escritos oscuros y complejos, cuando la complejidad no es necesaria, sean quien sea el redactor, mal asunto.

La frase transcrita encierra una verdad, el reconocimiento de la incapacidad. En cada uno de nuestros actos, lo admitamos o lo rechacemos, damos muestra de nuestra capacidad, exponemos al mundo, nuestra incapacidad. No tengo tiempo y lo hago mal, válido para el genio, y ¿para nosotros, no genios? Lo dudo, tenga tiempo o no lo tenga, si lo hago mal, sólo lo sé hacer mal, o menos bien. En cada acto, en cada escrito, estamos al límite de nuestras capacidades. Escribir, leer, actividades complementarias y de difícil realización, pues ambas, exigen esfuerzo, concentración, sea para construir un significado, sea para comprenderlo. Y pocos saben hacerlo.

No tengo duda alguna, y aunque no siempre lo consigo, redacto mis escritos profesionales o no, teniendo presente a mi amigo el pastor, escribiendo para él escribo para mi cliente, para el abogado contrario y para el juez. Escribo para comunicar algo a las personas a las que dirijo el escrito.